Corre el viento decolorando el paisaje de mi alrededor, llevándose los colores de una vida que se tornó rojiza.
Debo estar solo en este paisaje inmenso porque por más que miro a mi alrededor no encuentro a nadie.
Las nubes solitarias forman dibujos imposibles en un cielo teñido de nuevo por las guerras que se libran en mi interior.
Las olas rompen contra las piedras y se alzan como puñados de espuma que quieren engullir mi diminuto cuerpo.
No tengo nada que decir y por eso escribo ideas sueltas basadas en un sentimiento transmitido por el silencio.
Rojo, desértico y cansado paisaje el que se observa con dos figuras que desdibujan a lo lejos del recuerdo.
No escribo más, no pienso, siento como me difumino por dentro, como de mi se adueña la semilla del miedo.
Rafael Reina