Triste, parsimonioso, cabizbajo,
con el sudor que perla su frente
y el frío que hiela su corazón
camina el reo condenado a muerte.
El silencio de los tambores
que retumban en torno a él
se vuelve molesto como el zumbido
constante de las moscas alrededor.
Espera la horca, el dolor y la muerte
con su guadaña mal afilada
adornada con la sangre reseca
de los que ya marcharon antes.
Las burlas, los gritos, las gentes:
¡Ignorantes! con víctimas inocentes
los engañan y se creen seguros.
Protegidos, ¡ja!, por sus reyes y nobles,
dominando con hilos irrompibles,
las cabezas de sus títeres.
¿Culpable yo? yo solo quise ser libre.
Rafael Reina
con el sudor que perla su frente
y el frío que hiela su corazón
camina el reo condenado a muerte.
El silencio de los tambores
que retumban en torno a él
se vuelve molesto como el zumbido
constante de las moscas alrededor.
Espera la horca, el dolor y la muerte
con su guadaña mal afilada
adornada con la sangre reseca
de los que ya marcharon antes.
Las burlas, los gritos, las gentes:
¡Ignorantes! con víctimas inocentes
los engañan y se creen seguros.
Protegidos, ¡ja!, por sus reyes y nobles,
dominando con hilos irrompibles,
las cabezas de sus títeres.
¿Culpable yo? yo solo quise ser libre.
Rafael Reina