Alimenta mi boca con esos labios pasionales,
que al mirar atrás iniciraré la huida.
Alimenta mi alma con mil caricias escondidas,
pero no olvides que pronto deberás olvidarme.
Bebe de mis labios la dulce miel que los puebla
que tras mi partida no quedará nada.
Bebe de mis ojos las oscuras pupilas pintadas
pero al marchar de tu alcoba, que mi recuerdo muera.
Dejando entre llantos a quién tanto amé
al alba vespertina con su silenciosa calma
con mis cosas y recuerdos marcharé.
Dejando moribunda a mi alma sucia y apenada.
¡Que cínica partida para quien me hizo renacer
quedando por villano hasta en mi propia casa!
Rafael Reina
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